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La verdad sobre el asesinato de García lorca



Description ajoutée par Biquet 2011-09-30T09:43:26+02:00

Résumé

Esta obra nos desvela los auténticos motivos del final de una vida truncada, fruto del exhaustivo, riguroso y documentado trabajo de Miguel Caballero y Pilar Góngora.

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Classement en biblio - 2 lecteurs

extrait

Desde que, hace ya más de treinta años, los lorquistas pudimos acceder al trabajo pionero de Martine Cabrolié, Enquête sur le milieu socio-économique de la famille de Federico García Lorca (tesis inédita de la Universidad de Toulouse-Le Mirail, 1975), era evidente que sería utilísima una investigación en mayor profundidad sobre el trasfondo familiar del poeta en la Vega de Granada y, especialmente, sobre su padre. Se sabía, por otro lado, que en aquel ambiente campesino, con sus terratenientes poderosos y casi siempre muy de derechas, se movían intereses y complicidades a veces sórdidos que pudiesen haber tenido algo que ver con la persecución y trágica muerte del autor de Bodas de sangre a principios de la Guerra Civil. No cabía duda: se imponía una indagación rigurosa en relación con todo ello. El presente trabajo viene a suplir, con creces, aquella laguna. Historia de una familia. La verdad sobre el asesinato de García Lorca, es el fruto de muchos años de trabajo intenso, perseverante y difícil. Y me atrevo a decir que únicamente habrían sido capaces de escribirlo y llevarlo a buen puerto Pilar Góngora y Miguel Caballero, quienes, movidos —casi se diría que providencialmente— por la convicción de que sólo por sus raíces vegueras se entiende cabalmente la obra, la vida y la muerte de Federico García Lorca, decidieron un buen día aventurarse por el denso sotobosque de padrones, pleitos, partidas de nacimiento, matrimonio y defunción, arrendamientos, escrituras y demás fuentes documentales que, así lo intuían, ocultaban en sus entrañas muchas claves para entender mejor la trayectoria vital, y el triste fin, del gran poeta. He leído cada palabra de esta densa obra que, a veces, pese a la ingente acumulación de datos que contiene, adquiere aliento de novela en su minucioso discurrir entre personajes de diversa índole, trasiego de fincas y demás propiedades, y motivos turbios y a veces inconfesables. ¡Qué fascinantes las relaciones, a lo largo de las décadas, entre los vecinos de Fuente Vaqueros —siempre algo díscolos— y los agentes de los duques de Wellington, dueños éstos, debido a una ironía de la historia, del Soto de Roma, su particular botín de guerra! Dueños, casi se podría decir, de sus habitantes, colonos al fin y al cabo de una dinastía extranjera a la que tienen que pagar por el derecho de cultivar sus tierras. ¡Qué enmarañamiento de vínculos familiares, qué endogamias y consanguinidades (Benavides, García, Alba, Roldán…)! ¡Qué panoplia de suspicacias y envidias, de rencores seculares, de rivalidades y traiciones, de litigios por un quítame allá esas pajas (o terrenos) que tendrán en muchos casos su desahogo al empezar la criminal sublevación contra la legalidad republicana! Góngora y Caballero han hecho muy bien en documentar con rigor la ascensión social irresistible del padre del poeta, gracias a su buen ojo para los negocios y su inerrable instinto especulador (sobre todo en compraventa de tierras). Federico García Rodríguez era el cacique «bueno» de Asquerosa (hoy Valderrubio), primogénito de nueve hermanos y hermanas de marcada personalidad y hombre a quien motivaba poderosamente la ambición de forjar una riqueza que le permitiera educar dignamente a sus hijos, ayudar a sus hermanos y conseguir para sí mismo un puesto respetable y respetado dentro de la burguesía granadina (la burguesía que, como revelan los autores, consideraba a los «nuevos ricos» de la Vega, producto del «boom» de la remolacha de azúcar, «catetos con dineros»). Para alcanzar tal puesto, Federico García Rodríguez tenía claro que le convenía entrar en la política municipal una vez trasladado con su familia a la capital en 1909. Ya en Fuente Vaqueros él y sus hermanos habían ocupado distintos cargos en el Ayuntamiento. Y, antes que ellos, su padre y otros parientes. Ahora había que apuntar más alto. Algo sabíamos, por otros trabajos —incluso por la correspondencia de su hijo—, acerca de la actuación política de Federico García Rodríguez en Granada como miembro del Partido Liberal. Hoy, gracias a este libro, sabemos mucho más. Y mucho más acerca de sus adversarios sociales y políticos. Los tenía acérrimos no sólo en la Vega, sino en la capital. Góngora y Caballero han dedicado sus mejores esfuerzos a indagar sobre dos de ellos, el terrateniente de Santa Fe, Juan Luis Trescastro Medina —por su propia confesión, uno de los que mataron a Lorca— y el contrincante de éste dentro de Acción Popular, Horacio Roldán Quesada, oriundo de Asquerosa y lejano pariente de los García quien, con su hermano Miguel, participó en los brutales desmanes cometidos en la Huerta de San Vicente el 9 de agosto de 1936.

Este libro confirma que Federico García Lorca murió no sólo debido a su condición de «rojo» famoso «rojo» y, para más señas, «maricón»—, partidario del Frente Popular y enemigo de la España de los Reyes Católicos, sino porque era hijo de Federico García Rodríguez. De alguna manera se castigó al padre en la persona del hijo. El libro también confirma que la denuncia que acabó con la vida de Lorca salió del seno de Acción Popular, cuya cabeza más visible en Granada era el ex diputado de la CEDA —conocidísimo en la provincia— Ramón Ruiz Alonso, fanático adversario del PSOE, así como sus amigos y correligionarios Juan Luis Trescastro y los hermanos Roldán. Parece no caber duda de que éstos y su familia se sintieran muy incómodos por la noticia, publicada en la prensa madrileña pocas semanas antes de la sublevación, de que el poeta acababa de terminar una obra de teatro sobre «la sexualidad andaluza» titulada La casa de Bernarda Alba. Acerca de Francisca Alba y su familia proporcionan numerosos datos nuevos Góngora y Caballero, además de demostrar que Horacio Roldán fue uno de los colaboradores «más estrechos» del comandante José Valdés Guzmán en los primeros momentos del «Movimiento» y «hombre clave en la sublevación de los rebeldes a nivel provincial», responsable entre otras cosas de la represión llevada a cabo en Pinos Puente y su anejo Asquerosa, el segundo pueblo de la familia del poeta. La publicación de este libro es muy oportuna en momentos en que la derecha española se empeña en tachar de «guerracivilistas» a quienes continuamos pensando que hay que seguir trabajando por la recuperación de la memoria histórica. En Granada existen familias con archivos que arrojarían mucha luz sobre los acontecimientos de 1936 pero que niegan a abrirlos a los investigadores. Tampoco colaboran para nada las hijas de Ramón Ruiz Alonso. Cierne sobre la fosa donde se cree yacen los restos de Lorca y sus compañeros de infortunio el más espeso de los silencios, y eso que se trata de la víctima más célebre de la fratricida contienda. Entretanto, el monumento a José Antonio Primo de Rivera sigue delante de la Diputación Provincial de Granada como si tal aberración fuera lo más normal del mundo y nadie o casi nadie protesta ni actúa, pese a los muchos miles de víctimas del fascismo en la ciudad. Para quien esto escribe es deprimente el espectáculo. Espero que el magnum opus de Pilar Góngora y Miguel Caballero, rico de contenidos y disipador de dudas e incertidumbres, tenga la divulgación que se merece. Porque contribuye enormemente a nuestro conocimiento del mundo del cual surgió Federico García Lorca, el poeta granadino más genial, más amado, más leído y más llorado de todos los tiempos.

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